Blog del Partido Ciudadano de Talcahuano

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miércoles, 30 de enero de 2008

Curas de mi pueblo


Para muchos resulta un misterio la fluida relación existente entre la Iglesia Católica y el pueblo mapuche. Por lo mismo, es bueno sacar del olvido algunos nombres perdidos en todo este asunto, como el de Sigisfredo de Frauenhäusl, misionero bavaro capuchino asentado en la Araucanía, alla, en los comienzos del siglo veinte.
Fue este bien Sigisfredo un santo varón que consagró la mayor parte de su ancianidad a una dulce pero férrea defensa del pueblo mapuche, al que conocía bien y había llegado a amar de un modo activo y entrañable. Testimonio de ello son sus innumerables cartas a las autoridades rogando por un trato humanitario y justo para con la gente que lo había acogido. Fue entonces, y gracias a su orden de inspiración franciscana, que nació el vínculo de confianza entre la Iglesia chilena y los mapuches, vinculo que hoy vemos reactivarse al actuar la Iglesia como mediadora entre esa etnia y el Estado Chileno. Se trata de una vieja historia de hombres buenos venidos de muy lejos para dar lo mejor de sí mismos a esta nación invisible.
Otro capuchino al que no podemos dejar de mencionar aquí es Félix José de Augusta, quien nació en Alemania en 1860 y murió en Valdivia el año de 1935. De Augusta, cuyo nombre real era Félix José Kathan, además de misionero fue un connotado médico cirujano de orjen judeoalemán al que debemos buena parte de los conocimientos que han quedado registrado hasta hoy de las costumbres mapuches, y muy en especial de su lengua. Recordemos también a Bienvinido Estrella, capuchino español que en su libro "El galeno andino" recogió las propiedades curativas de cientos de misteriosas yerbas, informacion develada al paciento y meticuloso cura por variadas machis, lo que demuestra el extraordinario grado de confianza y cercanía logrado por el sacerdote entre esas recelosas hechiceras guardianas de la tradición.
Tras un momento de oscuridad en la decada de 1920, y bajo la dirección del religioso Guido de Beck de Ramberga, los capuchinos pretendieron prohibir machitunes, guillatunes y otras manifestaciones, pero pronto enmendaron esa mirada autoritaria, y por lo demás inútil, e intentaron adaptar con cariñoso respeto las enseñanzas de Cristo al modo de ser y a las asombrosas y profundas costumbres ancestrales de los "hombres de la tierra".
Inolvidable resulta en este sentido la autobiografía del lonko Pacual Coña, relatada oralmente por el casi moribundo anciano cacique mapuche al misionero capuchino Ernesto Wilhelm de Moesbach, quien la transcribió, palabra por palabra, a orillas del Budi. Se trata de un libro de una belleza estremecedora que debiera figurar entre las ineludibles materias de estudio de nuestra historia patria.
Como vemos, no es casual la cercanía entre la Iglesia Católica y la nación mapuche. No es una familiaridad construída con encíclicas ni bandos ni leyes, sino con una ternura y un respeto tan profundos, que los mapuches jamás la han olvidado.

Antonio Gil, Diario Las Ultimas Noticias

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que bueno que ustedes estén mostrando todas las cosas que suceden, no sólo las malas noticias.
Es muy reconfortante saber que hay personas interesadas en mostrarnos las cosas buenas que ocurren a nuestro alrededor. Eso es algo que contribuye en gran manera a fortalecer la dignidad humana.
El bien trabaja en forma tan silenciosa que muchas veces no nos damos cuenta de su obra.
Mi más profundo respeto y admiración por el pueblo Mapuche.