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domingo, 31 de julio de 2011

Piñera no es de derecha


Esta semana, los estudiantes y profesores -reunidos en el frente social por la educación- entregaron su propuesta al ministro. En ella sugieren cambiar el sistema educativo desde la raíz: provisión estatal a nivel del sistema escolar, educación superior gratuita, financiamiento directo a algunas instituciones, total proscripción del lucro.

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El ministro responderá -según dijo- mañana lunes.

Nunca antes -desde los tiempos del sueño igualitario de la ENU- se había sugerido un cambio tan radical del sistema educativo.

¿Qué pudo ocurrir para que ahora se planteen esas demandas a un gobierno de derecha -con la indudable esperanza de que se las acoja- sin que antes se hubieran insinuado siquiera a los gobiernos de la Concertación?

Explicarlo exige un breve rodeo. Pero no es difícil adelantar la respuesta: lo que ocurre es que este no es un gobierno con ideas de derecha. Mejor dicho: es un gobierno que no tiene ideas (o las que tiene las oculta con raro pudor). Y como no tiene ideas que oponer el resultado es obvio: las demandas sociales no tienen contención y parecen a veces un sueño sin orillas.

La deliberación pública acerca de las cosas que interesan a todos -desde la educación a la salud- exige ideas, ojalá contrapuestas. Usted cree que la educación debe ser gratuita, su interlocutor piensa que es más justo cobrar por ella. En la democracia, esas ideas contrapuestas -acerca de cuál es el sistema más justo- alimentan un debate y poco a poco se alcanza una idea común o una solución de compromiso. Cuando, en cambio, esas ideas contrapuestas no existen, en vez de deliberación hay un tira y afloja: una de las partes formula demandas a la medida de sus necesidades y la otra piensa cómo satisfacerlas en la proporción de los recursos con que cuenta.

Cuando esas ideas contrapuestas faltan -porque uno de los interlocutores no las tiene-, una de las partes pide lo que cree necesita y la otra da hasta donde puede.

Es lo que está ocurriendo en el debate educacional.

Como el Gobierno no cuenta con ideas respecto de la educación, se ha desatado el mal del infinito: todo podría ser posible, incluso lo que nadie se atrevió siquiera a imaginar en los últimos treinta años.

Lo paradójico de todo esto es, sin embargo, que la derecha tiene ideas respecto de este tema.

La derecha en todo el mundo piensa que el sistema escolar debe organizarse como un mercado en base a un sistema de vouchers ; que los estudiantes deben internalizar el costo de estudiar; que la provisión educativa debe ser amplia y variada, incluyendo el lucro; que los gobiernos de las instituciones deben incluir criterios provenientes del management ; que los recursos públicos deben distribuirse en base a criterios de mercado o usando procedimientos competitivos, y que el sistema escolar o de educación superior debe gobernarse a la distancia, mediante incentivos y no echando mano al control directo.

Todas esas ideas (algunas sensatas) son ideas que la derecha ha promovido en todo el mundo. Incluso gobiernos de izquierda o centroizquierda (v.gr. Blair, González o Lagos) empujaron algunas.

En Chile, sin embargo, Piñera no parece creer en ellas. Se ha dedicado, en cambio, a pensar cuánto alcanzan los recursos para satisfacer las demandas, sin discernir si son o no correctas. En vez de discutir, saca cuentas. Preso de la superstición del management (la creencia de que la gestión lo es todo), el Gobierno y los intelectuales de derecha han renunciado a defender sus ideas y, de esa forma, han transformado el espacio público en un ámbito de puras demandas, en un lugar de negociación de intereses donde las razones brillan por su ausencia.

En suma, deliberación no hay por ninguna parte porque el Gobierno no aporta ideas. Y su silencio en estas materias no sólo lo está perjudicando a él, sino que está deteriorando el debate público.

¿Qué explica esa escasez y mezquindad de ideas que ha mostrado el Gobierno?

Como esas ideas están (puesto que, buenas o malas, la derecha las tiene), la explicación es sólo una: Piñera simplemente no es de derecha. ¿Será de izquierda o de centro, entonces?

Tampoco.

Piñera -hay que enterarse- es el primer Presidente nihilista: no tiene convicciones que orienten su voluntad. Tiene apetencias, anhelos de reconocimiento, deseos de aplauso, pero convicciones no tiene.

Ese es el problema.

Carlos Peña

http://blogs.elmercurio.com/reportajes/2011/07/31/pinera-no-es-de-derecha.asp

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